El gran apagón y la lección olvidada: el efectivo como garantía de autonomía y seguridad

El gran apagón y la lección olvidada: el efectivo como garantía de autonomía y seguridad

La noche del pasado 27 de abril en España no fue una más en el calendario para millones de españoles. Un apagón eléctrico masivo («blackout«) dejó fuera de servicio redes de telecomunicaciones, TPVs, banca online y cajeros automáticos en más de la mitad del país. Y como suele ocurrir en momentos de crisis, aquello que parecía anacrónico se convirtió, de repente, en el único recurso fiable: el dinero en efectivo.

En plena era de la digitalización acelerada, donde las aplicaciones móviles y los pagos sin contacto dominan el día a día, la desconexión súbita del sistema nos devolvió a una realidad más básica, pero también más resiliente. Comercios de todo tipo —desde supermercados hasta ferreterías— no pudieron procesar pagos electrónicos. En ese contexto, solo los billetes y monedas permitieron continuar con la actividad cotidiana: comprar alimentos, medicamentos, linternas, pilas o pagar un simple billete de autobús.

Una cola para cinco euros

Los testimonios que recogieron los medios tras el apagón eléctrico hablan por sí solos. Según Cinco Días, las colas en las sucursales bancarias se multiplicaron en pocas horas. Una imagen destacaba entre todas: un ciudadano esperando su turno durante casi una hora solo para conseguir cinco euros que le permitieran tomar el autobús. Porque cuando todo lo demás falla, el efectivo no necesita batería, señal ni cobertura.

Un dato que lo dice todo: el volumen de retiradas de efectivo se duplicó respecto a un día normal de abril, según datos de Euronet España. La mayor demanda se registró en zonas turísticas insulares, donde los visitantes extranjeros se volcaron desesperadamente a buscar cajeros operativos.

Cajeros energéticamente autosuficientes: una solución con futuro

Euronet, uno de los principales operadores de cajeros automáticos independientes en España, informó que más del 50 % de su red se vio afectada por la caída de suministro, al igual que la del resto de operadores. Sin embargo, un cajero «piloto» de la compañía en Alcobendas, equipado con un sistema de energía solar autónomo, permaneció operativo durante toda la jornada del apagón eléctrico. Este hecho no solo permitió a muchos ciudadanos obtener efectivo de forma improvisada y urgente, sino que se convirtió en una prueba viviente de cómo la innovación puede y debe ir de la mano con la seguridad financiera.

Tal como informó ATM Marketplace, este tipo de cajeros con energía independiente podrían marcar una diferencia crucial en futuras emergencias, garantizando el acceso a efectivo en cualquier circunstancia.

El euro digital no puede ser excluyente

Este evento ha puesto en evidencia una paradoja: mientras Europa avanza hacia el euro digital y se fomenta el pago sin efectivo, el blackout ha demostrado que eliminar o marginar el uso del efectivo puede comprometer la autonomía económica de la población en situaciones críticas.

Según Expansión, la banca ya ha empezado a reflexionar sobre el equilibrio necesario entre digitalización e infraestructura física. No se trata de ir en contra del progreso, sino de recordar que el efectivo, lejos de ser una reliquia del pasado, es un pilar de la estabilidad social.

El efectivo como infraestructura de seguridad nacional

Como señala El País, lo sucedido es un recordatorio de que el efectivo no es solo un medio de pago, sino un recurso estratégico. Su disponibilidad inmediata lo convierte en un componente más de las infraestructuras críticas, al igual que el agua, la energía o las telecomunicaciones.

Mantenerlo accesible no debe ser una opción ideológica o comercial, sino una política pública orientada al bienestar colectivo y a la preparación frente a posibles futuras crisis.


En resumen, el gran apagón nos dejó sin muchas cosas… pero también nos devolvió una lección: en tiempos de desconexión, el efectivo sigue siendo conexión. Conexión con la tranquilidad, con la autonomía y con la posibilidad de actuar incluso cuando la tecnología falla.

Que esta experiencia no quede solo como una anécdota. Que sea una llamada de atención para gobiernos, bancos y ciudadanos. Porque la verdadera modernidad no está solo en lo digital, sino en la capacidad de asegurar que nadie se quede atrás cuando se apagan las luces.


Fuentes consultadas:

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